"El Papa León XIV, en el Jubileo de los Seminaristas, se dirigió a nosotros con la ternura de un padre y la firmeza de un pastor que conoce los caminos del corazón. Nos llamó “peregrinos y testigos de esperanza”, y nos agradeció por aceptar con valentía la llamada del Señor a seguirlo, en tiempos difíciles.
Nos recordó que Jesús nos llama, ante todo, a vivir una experiencia de amistad con Él, una amistad que abarca todos los aspectos de la vida y que está destinada a crecer incluso después de la ordenación. No hay nada en nosotros que deba descartarse, dijo el Papa, sino que todo debe ser asumido y transfigurado, para que lleguemos a ser pastores felices, “puentes y no obstáculos” para el encuentro con Cristo.
Pero ese camino no se recorre desde la superficie. El Santo Padre nos habló del corazón como centro de la formación. Citando a san Agustín, nos invitó a “retornar al corazón”, porque allí es donde Dios habla y donde nacen las decisiones más profundas. Aunque a veces nos dé miedo descender hasta allí por las heridas que llevamos, es precisamente desde esas heridas sanadas por Dios que nace nuestra capacidad de acompañar el sufrimiento humano.
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Foto de la celebración en el Jubileo de los seminaristas, grupo de habla hispana |
El seminario, nos dijo, debe ser una escuela de los afectos, especialmente en un mundo marcado por el conflicto y el narcisismo. Y para aprender a amar como Jesús —que amó con corazón de hombre—, necesitamos vida interior: silencio, oración, escucha, discernimiento. Sin vida interior no hay vida espiritual.
Nos exhortó a entrenar la sensibilidad del corazón: no solo las emociones inmediatas, sino los verdaderos sentimientos que orientan la vida. Y nos advirtió contra el uso de máscaras y apariencias. “Conozcan su corazón y serán más auténticos”, nos dijo. La vía privilegiada para ello es la oración, porque sin el encuentro con Dios, ni siquiera podemos conocernos a nosotros mismos.
Nos animó también a escuchar con apertura no solo la voz del Evangelio, sino las voces de la cultura, la literatura, el arte, la naturaleza, la ciencia y hasta los desafíos actuales como la inteligencia artificial y las redes sociales. Todo puede ser lugar donde el Espíritu habla. Pero sobre todo, como Cristo, debemos saber escuchar el grito silencioso de los pobres, de los pequeños, de quienes buscan sentido.
Con fuerza nos exhortó: “No minimizarse ”, no se conformen, no sean receptores pasivos. Vivan el presente con pasión y miren el futuro con corazón profético. Formarse no es sobrevivir: es preparar el alma para amar como Jesús.
Y concluyó con un deseo profundo: que cada uno de nosotros pueda llegar a tener los mismos sentimientos de Cristo, los sentimientos de su Corazón, que palpita de amor por nosotros y por toda la humanidad".
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SEMINARISTA SEBASTIÁN SERRANO, EN LA PLAZA DE SAN PEDRO |
Por: Juan Sebastián Serrano
Seminarista de la Diócesis de Fontibón del 3er año de la etapa Configuradora
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