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Formación sacerdotal

La formación de un sacerdote recorre un camino personal y eclesial que abarca distintas etapas antes de llegar a la meta. Así como el artista esculpe una materia disponible hasta darle la forma ideal que ha proyectado, el seminario es la comunidad eclesial que modela el ser de los futuros sacerdotes en un proceso formativo personal según el Corazón de Cristo Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia. Dios que ha comenzado ésta obra buena la llevara a término en la Iglesia y para la Iglesia, ya que un sacerdote es el regalo de Dios para la humanidad y de la humanidad a Él.

El sacerdocio en la Iglesia encuentra su razón y fundamento en que se ejerce por participación, es decir, se es sacerdote en el único sacerdocio nuevo y eterno de Cristo.

Es por ello que dirigimos nuestra mirada al texto del evangelio de San Lucas que nos aclara profundamente esta razón:

«El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2). En efecto, Jesús se presenta a sí mismo como lleno del Espíritu, «ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva»; es el Mesías, el Mesías sacerdote, profeta y rey. (PDV, 11).

El objetivo del proceso formativo es acompañar el crecimiento y desarrollo del joven, que  respondiendo al Señor  quiere vivir ejerciendo el Sacerdocio ministerial participando en la Iglesia del Sacerdocio de Jesucristo. Una vez ordenado sacerdote, la vida de este hombre permanecerá unida por medio de un vínculo indisoluble a Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor.

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