COMENTARIO INICIAL
Hermanos y hermanas en el Señor, sean bienvenidos a la celebración de este XIV Domingo del Tiempo Ordinario. Nos congregamos como Pueblo de Dios para adorar, dar gracias y disponernos con reverencia a participar de los sagrados misterios. Este momento litúrgico nos invita a hacer silencio interior, a dejar por un instante las ocupaciones cotidianas y a volver el corazón hacia Aquel que nos sostiene con fidelidad. Que esta celebración fortalezca nuestra fe, avive nuestra esperanza y nos disponga a acoger, con docilidad y gratitud, la gracia que el Señor quiere derramar sobre nosotros.
COMENTARIO A LAS LECTURAS
En la primera lectura, Isaías presenta a un Dios que consuela con ternura y derrama su paz como un río sobre su pueblo. San Pablo, en la segunda lectura, recuerda que lo esencial es ser una nueva criatura en Cristo, más allá de toda apariencia. Y en el Evangelio, Jesús envía a los suyos a anunciar la paz y el Reino con sencillez y confianza. Escuchemos con atención, dejándonos tocar por el llamado que también hoy nos dirige el Señor.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Presidente: Oremos, hermanos, a Dios Padre, que consuela a su pueblo y le concede su paz. Confiadamente digamos:
R. Escúchanos, Señor.
Por la santa Iglesia, para que, sostenida por la gracia del Espíritu, persevere fielmente en su misión de anunciar el Reino con sencillez y humildad. Roguemos al Señor.
Por los gobernantes de las naciones, para que trabajen por la paz verdadera, el respeto a la dignidad humana y el bien común. Roguemos al Señor.
Por los misioneros y evangelizadores, especialmente aquellos que sirven en lugares difíciles, para que el Señor los fortalezca y consuele en su entrega. Roguemos al Señor.
Por los que viven en medio del dolor, la soledad o la incertidumbre, para que experimenten el consuelo de Dios y el apoyo de la comunidad cristiana. Roguemos al Señor.
Por todos nosotros, reunidos en esta celebración, para que sepamos acoger la paz de Cristo y seamos testigos alegres de su Evangelio. Roguemos al Señor.
Presidente: Dios nuestro, que enviaste a tu Hijo para traer la paz y sanar los corazones, escucha nuestras súplicas y concédenos vivir como verdaderos discípulos tuyos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
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